miércoles, 30 de mayo de 2012

DE CÓMO LAS RANAS SE HICIERON AMIGAS DE LOS CRONOPIOS



Había una fábrica de papel y un estanque de tinta en el cajón del escritorio de José María. —Bien— pensaba él. —Todos los días cuando iba a continuar escribiendo su libro de cuentos para niños traviesos. 

Encontrándose con minúsculos barquitos de papel, hundidos en el estanque. Así transcurrían los días, año tras año. El paciente hombre colaba la tinta; anclaba los barcos en los pequeños agujeros del coladero y los marineros se evaporaban.

José María, nunca tuvo curiosidad por saber por qué ocurría este fenómeno y todo lo dejaba a la responsabilidad de la pluma. — ¡Caray! Otra vez olvidé limpiar la pluma— decía en confort a lo sucedido.

No tenía importancia. Lo prioritario para el hombre, era su libro. No era padre, pero sí tío de diez sobrinos a quienes ayudaba en sus tareas rígidamente. — Tío José, sabe mucho por que lee muchos libros y escribe y escribe hasta altas horas de la madrugada y nunca sale de casa.

Para la madre (Carmen), el día era insuficiente en las tareas domésticas. Lavar y planchar le llevaba dos días continuos. Ella preparaba el pan y las galletas de la semana y adelantaba otros alimentos como los encurtidos y las salsas para las pastas que por cierto eran tan sabrosas como los dulces que les preparaba y las manzanas acarameladas que tanto disfrutaban. A ella también le sucedían fenómenos extraños: de los pares de medias de los niños, se escapaba una en cada lavada. De los panes de la semana, se perdía uno.  De los encurtidos, un frasco aparecía medio vacío y así cada día, como al tío José algo raro le pasaba. 

Tampoco Carmen nunca decía nada. Ella justificaba, haber contado mal el pan, las galletas o las manzanas. Tal vez los encurtidos y las salsas no alcanzaban a llenar el segundo y tercer recipiente, y, quizás la media, se había olvidado debajo de algunas de las camas.

Cierto día de sol y después de una semana de lluvias ligeras, los niños se encontraban en el humedal cerca a su casa, para escuchar más de cerca el croar de las ranas. Uno de los chicos pequeño> aligeró el mismo coladero que usaba el tío José María, para pescarlas. Las ranitas andaban de humedal en humedal por todo el país, buscando los dientes que habían perdido hacía doscientos millones de años. Dicen que las ranas perdieron sus dientes por comer algunos insectos prohibidos, desobedeciendo a sus padres. Pero que cuando las ranitas echaron de menos sus dientes, comenzaron a buscarlos por todos los charcos. Así llegaron a ser vecinos de la familia.

Entonces una rana, saltó libremente a la trampa y las demás la miraban extrañadas. —¡huele a cronopios! 

Pronto llegaron los nueve hermanos a mirarla y no faltó el que le estiró la pata o le pinchó la barriga o quiso hundirle los ojos. Cuando las otras ranas vieron que los niños molestaban a la rana jefe, vinieron alrededor de los ellos. Eran miles de ranas desdentadas croando. Entonces, el hermano mayor quiso aplastarlas de un pisotón, intentó varias veces y por fin, quedaron bajo su zapato algunas de ellas. Pero cuando el chico quiso levantar el pie una gran goma verde se había apoderado de su zapato, dejando a la intemperie el pie del muchacho. Otro más intentó aplastarlas y la misma suerte corrió su zapato. Entonces la rana mayor se paró en las patas traseras y pronto quedó convertida en un hombre pequeño, sacudió sus manos y se le hicieron brazos humanos con largas uñas.

El hermano que continuaba sosteniendo al nuevo hombrecillo del coladero, preguntó a nadie en concreto: — ¿porqué mis hermanos quedan pegados al suelo? Y enseguida se escuchó del coro anfibio —¡travieso, travieso! —en su croar lenguaje. Los hermanos no solo habían perdido el zapato, sino que estaban invadidos por miles de ella. Entonces el niño, comenzó a llorar y el pequeño hombrecillo regreso a su estado natural. Las demás ranas se calmaron, liberaron los zapatos y empezaron en filas a saltar mientras se internaban en el bosque. Los niños siguieron tras ellas. 

Cuando las desdentadas llegaron a las aguas tranquilas donde descansaban, los niños observaron muchos objetos que les eran familiares. 

—Señora rana, dijo Joaquín, uno de los hermanos —usted sabe ¿cómo han llegado estas cosas aquí? Son de nuestra casa. Ese es el pan que hace mamá —dijo uno. —¡ayyyy!, miren esas son ¡nuestra medias!, señalaban otros. Así iban reconociendo sorprendidos todos sus objetos, que había desaparecido y no lo sabían.

—Nosotras las hemos traído hasta aquí. —ratificó la rana. 

—¡Quiere decirme!, ¿por que las han robado? —preguntó airado e insolente el hermano mayor. 

—No se moleste joven, como ven nosotras hemos perdidos los dientes y los andamos buscando y y nadie nos ayuda a encontrarlos, entonces decidimos hacernos amigos de los cronopios pequeños que viven en el libro de un tal Cortázar de la biblioteca del tío José María. Ellos se aburren mucho allá encerrados todos los días y como los papás no les enseñan a salir del libro, están veeeerdessss. Así que ellos se escapan a tomar el sol. A veces nos invitan a su casa y es cuando traemos las cosas para que las echen de menos, pero ni el tío, se preocupa por la tinta y el papel, ni la mamá busca las medias, tampoco pregunta por el pan uhhhhh… apuesto a que a esta hora, ninguno de ellos sabe ¿en dónde están ustedes? En cambio si ustedes supieran de eso, hace tiempos nos habrían encontrado y también nuestros dientes. —dijo la rana, rascándose la cabeza.
—Pero, señora rana, ¿por qué usted se convirtió en hombrecillo? 

—Porque la desobediencia irreverente con nuestros padres nos hizo ranas desdentadas y de andar de charco en charco buscando los dientes, llegamos a Duendelandia y allí, nos hicimos duendes.
—ahhhh, y los duendes hablan? —preguntó el más chico.

—¡Claro que sí!, Duendizonga. —Dijo la rana, riéndose y dejando ver su boca desdentada.

Rosaura Mestizo Mayorga



sábado, 17 de diciembre de 2011

VEO A UN NIÑO, AMANDO LA NOCHE




VEO UN NIÑO AMANDO LA NOCHE


Veo un niño encandilado
seducido sin miedo
 ante el paso de la noche

Desde su ventana, rebelde, curioso
desnuda  la noche

Veo  estrellas incautas
vaciando el desarraigo 
de  su lonchera  ausente.


Rosaura Mestizo Mayorga

lunes, 14 de noviembre de 2011

ZUMBA DE LEGUMBRES Y VERDURAS




La señora Mechas, va al mercado de legumbres y verduras; en su carrito de rodachinas coloca tres paquetes: arvejas, habas y frijoles.

En la medida que va llegando al fondo del carro, cada paquete, se escuchan vocecitas y risas lloronas.

De la vaina de las arvejas, sale un suspiro y una vocecita dice:
--¡hermanitos nos van a separar y nos sacarán de ésta casita! -y alguien responde desde la vaina de las habas:

--pero arveja, vamos a estar mejor fuera de la casa, --y ¿porqué? --Porqué vamos a la casa de los niños.

Todos los paquetes de legumbres, viajan muy holgados en la rodachina de Mechas, cuando zaz! de un golpe cae un paquete.

Arvejas, habas y frijoles dicen al unísono:
--¡ayyy! Como pisan de fuerte esas señoritas largas y anaranjadas- uffffff, que pesadas!. Las zanahorias se miran unas a otras y quiebran las frentes, --pobres criaturas -dicen-.

No han terminado de acomodarse las zanahorias cuando cae un zapallo, redondo y grueso. --No puede ser!! -Grita una zanahoria --¡cómo pueden poner algo así sobre nosotras! -Perdón señoras arvejas y habas. --perdón señores fríjoles -dice el zapallo.

Todos quieren desplazarse y dejar el espacio vacio al grandulón zapallo, cuando llega el calabacín, delgado, elegante vestido de amarillo y con un diminuto sombrero,--¡Hola todos! Y todos responden: --¡hola!, que bueno que no pesas tanto -dicen en coros todos. --Es que llegué a esta rodachina paradito y estoy en la esquina de los fríjoles.-cuenta el calabacín. Cae el apio, y todos sienten una ligera brisa: El apio se extiende y comienza a exhalar una deliciosa aroma de verde recién cortado. --¡Ummmmm! -dice los fríjoles-, --¿¡qué bien huele, quien ha llegado!?- preguntan las zanahorias, y el apio envía una caricia con sus hojitas a los vecinos.

Terminadas las compras, Mechas, camina en dirección a su casa.

--Terrible viaje con este zapallo encima, -dice una arveja, y todas responden enojadas, ¡que injusta que los grandes pisen a los más pequeños! Y fueron de protesta en protesta, de grito en grito, --¡córranse!, ¡no empujen!, -hasta llegar a casa.

Mechas toma paquete por paquete y los coloca sobre la mesita auxiliar de la cocina.
Legumbres y verduras, se estiran, se recogen, bostezan, se sacuden, se revisan unos con otras las magulladuras y finalmente se quedan en reposo. Luego la señora Mechas, las prepara: saca arvejas, fríjoles y habas de sus vainas; ellas miran asombradas al zapallo, a quien le hace varios cortes, por supuesto el zapallo llora, se ve la humedad en todos los cortes. Las zanahorias se dejan rodar, no quieren saber que va a pasar con ellas; pero en fin el poder de Mechas les gana y comienza haciéndoles cortes más pequeños y regulares. Pero las valientes zanahorias se levantan altivas y la primera dice: --¡no lloraremos amigas, estamos también indignadas!; -se ponen rígidas, erguidas y en la resistencia se posicionan en bastones enérgicos.

El apio, no puede creer todo lo que pasa. --¿Porque tanto sacrificios? -Piensa para sí-, cual entonces será mi suerte? Mechas, lo toma, lo lava en una agua ligeramente tibia, lo coloca sobre una base y comienza el ritual de separar de los tallos sus hojitas, no suficiente con el ligero dolor que ocasiona cada pellizco, Mechas se dispone a descamisarlo y va sacando hebrita por hebrita…

De repente todos se encuentran nadando dentro de un recipiente grande acompañados de cebolla, cilantro, sal y ajo. --¿Que mal huele el señor ajo! -dicen las delicadas arvejas.

--¡Ahhh, qué rica calor!, -repican las zanahorias-, parece que estamos en un sauna -y le responde el zapallo-, ¡nooo!, esto no es un sauna, es una piscina romana. --¡Nooo!, -dicen los tallos del apio-, estamos remando.
¡Nooo!, -dice la zanahoria-, estamos viajando.

El tiempo pasa y se entremezclan sus sabores, cuando llega un sujeto extraño, y acapara una porción. --¿A donde van amigas?, no sabemos, glu, glu, glu…glu…

--Y el zapallo? ¿¡dónde está el zapallo!? -Gritan: arvejas, fríjoles y habas. Las zanahorias repican, --¡se ahogó, se ahogó, se ahogóó el señor zapallo! y con lo fuerte que era.

Rosaura Mestizo Mayorga

sábado, 1 de octubre de 2011

LA NIÑA Y LA SOMBRA




Por primera vez, iba sin hermanos y sin papá, en busca de las moras silvestres. Canturreaba y corría por entre los matorrales en busca de los zarzales, con la alegría de una niña de cinco años. Al lado, retozaba mi inseparable amigo, Orejón.

Había pasado, no se qué tiempo de la tarde, y el morral, avisaba a mi pulso del peso de las moras y el pulso, ya no resistía mas moras. Eché a la espalda el morral y luego, me dispuse a llamar a Orejón para iniciar el regreso a casa.

De repente, ¡una sombra se apoderó de mi! y crecía solo hacia un lado, yo caminaba y ella avanzaba, me devolvía y ella retrocedía, me sentaba y ella se disminuía. Sentí miedo. -Sombra intrusa- pensé, mientras subía el brazo para ajustar mi boina, y la mano de la sombra también se ponía sobre su cabeza. Orejón, ni gruñía ni ladraba. ¡Qué raro! ¿Serán amigos?

¿Cómo regresar a casa con esa sombra? ¿Estaría contenta mamá con una invitada desconocida? Cómo la iba a presentar a papá y a mis hermanos? ¿Se quedaría en casa? ¿Se bañaría en mi tina? ¿Dónde dormiría?

Decidí esconderme de ella y corrí y corrí hasta la sombra de un guayabo. Me senté de frente al largo flaco oscuro del árbol que se pintaba sobre la vereda y allí desapareció la sombra.

Dejé pasar algunos minutos, y observé que mientras Orejón olfateaba los alrededores, también lo seguía una sombra y que ella estaba pegada a sus patas. Llamé al perro, -¡Orejóóónnn!-, y llegó corriendo y perseguido de la sombra. La cola de ella se batía tan contenta como la propia cola de Orejón.

Cuando quise quitarle las patas de la sombra a las patas de Orejón, de nuevo salieron los brazos de la sombra que me seguía. Intenté ponerme de pie y la sombra también lo hizo, simulé trepar el guayabo, y la sombra también lo intentó; salté y salté y la sombra saltó y saltó, abracé a Orejón y la sombra abrazó a su perro de sombra. Ellos, como nosotros se unieron entre sí.

Como empezaba a oscurecer, quise ser amable con la sombra, para que nos dejara ir, entonces, le hice adiós con la mano y ella también, le dije -adiós sombra-, pero no respondió, me hice al piso y le di un beso en su mejilla, y tanto mi cuerpo, como mi rostro se fundieron en ella, como que éramos una misma, entonces comprendí que esa sombra era mía y yo de ella, que yo, como orejón y el guayabo, tenía mi propia sombra. Me puse contenta porque ahora Orejón y yo teníamos dos nuevos amigos para jugar; su sombra y la mía. Así que las invité a que nos siguieran.

Regresamos a casa corriendo con Orejón y nuestras sombras nos seguían! De las moras, tan solo quedó un poco de batido en la mochila.

Mamá, estaba recostada en el sillón viendo la T.V. y mientras me dormía a su lado, ella me contaba cómo se hacen las sombras.

Si quieres saber, cómo se hacen las sombras, pregúntale a mamá.


viernes, 23 de septiembre de 2011

ALMIBAR Y POMPAS DE JABON


Dos horas antes, que la madre de María Fernanda, tomara su mano y decidiera con ella en una alegre conversación, sobre que hacer bajo la oscuridad, pues la ciudad, había quedado en penumbras. Un apagón solapado en la central eléctrica, de un portazo silenció el pequeño parque de diversiones y juegos mecánicos para niños dentro de la galería. La penumbra imprevista, sólo arrancó un grito sórdido y uniforme de la gente.

Durante la primera hora Mafe, como la llama cariñosamente la madre, había pasado de un juego mecánico a otro, abandonando finalmente el carrito chocón, no sin antes haberse hecho indemnizar de otros dos carros atravesados por su ruta.

-Mamá, no quiero ir a casa todavía- quiero ir a los concursos-.
-Vale nena, vamos- respondió la mamá, y se dirigieron entre retozo y retozo a la plazoleta del recreo.

En efecto, justo. Apenas uno de los titiriteros comenzaba a anunciar el concurso: -¡un pastel de chocolate con cubierta en almíbar de durazno y crema de chantilly!, para el niño que sople, sople y sople tan fuerte que su pompa de jabón toque la lámpara del techo! ¡Vamos pequeños valientes, todos a ganar!

Mientras el titiritero hacia este emocionante anuncio, los niños se frotaban las manos, las niñas sonreían y señalaban la gigante lámpara del techo, estaban emocionados. Los animadores, recibían de las manos de los padres a sus hijos y los agrupaban en pequeños círculos, en el centro de la plazoleta. Los padres aplaudían y trasmitían el entusiasmo a los niños.

El titiritero anunciaba la entrega de los sopladores, los animadores entregaban a cada niño el suyo y les explicaban cómo funcionaba.

Mafe, asistía por primera a este extraño concurso, recibió el soplador, lo examinó, introdujo sus dedos en el arco, se ensimismó en el pequeño tanque de agua jabonosa y en todo caso, la sorprendió la voz aguda del titiretero:

– ¡Atención amiguitos, cuando ustedes y yo terminemos de cantar el ratón japonés, ustedes soplan fuerte y rápido para que sus mágicas burbujas se eleven a buscar la lámparaaa!-

Así lo hicieron los niños, sin que faltara uno y otro distraído. Soplaban rápido, fuerte y con el soplador hacia arriba en busca del camino a lo alto.

Mafe sopló la primera vez y se olvidó de su almíbar preferido, para mirar de cerca las bolitas translucidas y coloreadas como el arco iris y que raro, gritó la niña a la mamá:
–¡mami hay un arco iris que se mueve mucho!- y…

Continuó contemplando la misma burbuja, que luego chocó con otra extraviada y se reventó. Entonces la animadora, le indicó seguir soplando y cuando la niña optó por una pompa muy grande que se paró sobre una de sus manos, corrió en busca de la mamá, quería mostrarle el arco iris y mientras se desplazaba, no retiraba la vista de la burbuja ¡se veía ella misma en la bolita!, movía la mano y observaba que además de un arco iris movedizo, ¡la bolita servía de espejo!, veía su carita ancha y los cachetes más pronunciados. De repente ¡saz! tropezó y perdió la burbuja.

La madre le indicaba que volviera al grupo, cuando vino el apagón. Por fortuna Mafe y madre se tenían juntas aferradas a sus manos, los otros niños lloriqueaban y llamaban a gritos a sus padres y estos nombraban a los pequeños, se atropellaban unos a otros.

Madre e hija caminaron en medio de la oscuridad hacia la plaza de comidas y allí se sentaron en el primer lugar posible.

-Mami, ¿porqué no hay luz?- preguntó la niña.
-quizás hubo un daño, nena
-¿quién hace la luz, mami?-
-Unos señores, hacen que el agua caiga fuertemente y de ahí nace la luz, Mafe-.
-¿Vamos a casa mami?-
-¿Ahora no podemos, debemos esperar a que venga la luz-
-¿Mmm, y de donde viene la luz mami?-

Preguntaba Mafe, cuando recordó que tenía en su mano el soplador de pompas y se dispuso a soplar.

Reproducía y reproducía pompas y pompas de todos los tamaños que se elevaban a la altura de la mamá y estas, en medio de la oscuridad, se hacían visibles, reflejaban ligeramente su rostro y el de mamá, entre los toques de arco iris que producían las fracciones de luz y sombras en movimiento.

-Mami, ¿por que estas burbujitas se van y no vuelven?-
-Nena, porque las burbujitas de jabón son de ellas mismas, no nos pertenecen, las vemos pero no son nuestras. Ellas son sus propias dueñas-.

-Ahhh, yo puedo tener una torta con almíbar de durazno, cuando lleguemos a casa?-
-No hoy nena, es tarde. Mañana la tendrás-.


-¿Yo puedo hacer mañana pompas de jabón sobre mi almíbar, mami?-
-Sí nena. ¡Te hare una rica torta con mucho almíbar de durazno!


Mamá hace un ligero cosquilleo en la axila de Mafe, quien revienta a reír.

-¿Puedo soplar y hacer pompas de jabón para mi almíbar?-

-Mafe, tu almíbar es una ¡realidad fantástica!, lo sientes y lo disfrutas cuando lo comes, y las pompas de jabón, solo te ilusionan y se van. Las pompas son algo bonito que te envuelven pero no está. Ellas tan solo son fantasía-.

-Mami, ¡pero si yo hago pompas de jabón, ellas son reales!-
-Sí, mi amor; y cuando desaparecen son fantasía, nada queda de ellas. ¿Viste que te quedó cuando llevabas una en la mano?- -Ahora vamos a casa-.

domingo, 28 de agosto de 2011

CUENTO DE LOBOS PARA NIÑOS




Tomás, mira a través de la ventana del cuarto de juguetes, sus ojos alegres buscan la nube de polvo que levanta el auto de su padre, cuando este regresa del trabajo.
En vez del auto, se encontró de frente con una familia lobesca.

-¡Qué bonitos cachorros!- pensó el niño.

Sin temores salió al pórtico y acaricio al más chico: La señora Loba que buscaba comida para sus cachorros, inclinó la cabeza hacia un lado y observó al niño con ternura.
Por fin se acercó el auto del padre, y éste despavorido mira la escena, pregunta:

-Hijo ¿estás bien?-
-Si papi y si que estoy contento con la visita de estos perritos-
-¿Pueden quedarse en casa, papi?
-No, Tomás, no pueden.
-Y, ¿por qué, no?
-Porque son peligrosos, hijo-.


-Yo les he dado chocolates papi, y han batido contentos las colitas, son buenos, papi-

El papá de Tomás, se asustó más, cuando el hijo cuenta que de su mano había dado de comer a los lobos. -¡que terrible!- Le pareció extraño que una familia de lobos y hambrienta llegara a su casa y no causara daños.

Entonces, hizo venir a casa a Saúl su amigo del bosque. El era un ermitaño de muchos años, con una barba tan larga que le llegaba a las rodillas y su vestido era una túnica del color de los árboles del bosque. Papá le contó lo sucedido, de cómo había encontrado a su hijo, con el lobito hijo entre sus brazos y la mamá loba observándolos. Le preguntó, que sabía de los lobos, pues a él siempre le habían contado que los lobos eran feroces.

Saúl masculló el agua que la mamá de Tomás le ofreció y recorrió sus ojos por los rostros de mamá, papá y los dejó fijos en los ojos del niño.

-¿Sabes Tomás? Los lobos son los antepasados de los perros; y así, como los hombres se dividen en grupos de malos y buenos, ellos, los lobos también se dividen: unos son dóciles y amables y otros depredadores, a los que llaman feroces. A ti Tomás, ¡te ha llegado una fortuna!, tienes una familia de campamento. Son dóciles y cariñosos. Tiéndeles la mano, como un buen amigo. De nosotros los humanos depende, que no se vuelvan feroces y los que lo son, que se conviertan en amigables.


Rosaura Mestizo Mayorga

(inédito-registrado)



lunes, 8 de agosto de 2011

ESPERANDO ESPERANZA


La muñeca está desnuda,
el carrito desbaratado;
las canicas se desmoronan
los zapatos se agujerearon.

El cabello te creció
papá no tiene trabajo;
el combustible se acaba
mamá...
tiene otro hijo este año.

Así
la muñeca seguirá desnuda,
el carrito desbaratado.


Rosaura Mestizo Mayorga

(Semiótica del silencio)

miércoles, 20 de julio de 2011

DOMINGO SIETE


DOMINGO SIETE

Había una vez dos compadres: el uno tenía casa, tierras, animales y todo lo que los hombres creen que necesitan para ser felices, pero vivía casi siempre de mal genio porque tenía coto. Se llamaba Régulo. Agustín, el otro, era pobre y nada tenía, pero le gustaba cantar y era el primero en burlarse de su cuello, también abultado.

Un domingo en el mercado, Agustín se quedó mirando unos marranos y pensando cuándo sería que los podría comprar. Sin saber a que horas, se le hizo tarde. Oscureció, así que se decidió no emprender el camino de regreso a su casa, pues era lejos, sino quedarse a dormir debajo de un inmenso árbol, bien cobijado con su ruana. Toda la noche soñó Agustín con los marranos que no había podido comprar, y cundo ya clareaba lo despertó una algarabía de pájaros. Se pudo a oir con atención y escucho que cantaban:

Lunes y martes
Y miércoles tres,
Lunes y martes
Y miércoles tres.

Los pájaros bajaron a revolotear sobre él, encantados con a copla que había continuado Agustín y, como en los cuentos de hadas, le dijeron que podía pedirles un deseo.
¡Qué me quiten el coto!- exclamó Agustín.

Y, en efecto, al tocarse el cuello, el bulto ya no estaba. Los pájaros, además, le echaron morrocotas de oro en el bolsillo y se alejaron felices cantando su copla completa.

Cando Régulo vio a su compadre sin coto, se puso verde de la envidia y su rabia creció cuando, el otro domingo, vio que Agustín compraba seis hermosos marranos y dos vacas lecheras

-Agustín – le dijo-, tú estás en tratos con el diablo, ¿cómo si no ibas a quedar con el cuello liso y a volverte rico de la noche a la mañana?

Agustín soltó la risa y le contó la historia de los pájaros. Antes de que Agustín hubiera acabado de hablar. Régulo salió corriendo hacia el árbol y se puso a zarandear las ramas hast cuando los pájaros cantaron:

Lunes y martes
Y miércoles tres,
Jueves y viernes
Y sábado seis.
Lunes y martes
Y miércoles tres,
Jueves y viernes
Y sábado seis.

-¡Y domingo siete!- concluyó Régulo, convencido de que le había tocado el turno de la buena suerte. Pero los pájaros no le encontraron ninguna gracia a su verso. En lugar de quitarle el coto como él esperaba, le añadieron el de su amigo y el cuello le quedó como una chirimoya. Ahora vive mas furioso que nunca y en el pueblo lo llaman “Domingo Siete”

(De Cuentos Picarescos para niños de América Latina)
(Coedición Latinoaméricana)

viernes, 8 de julio de 2011

NIÑA


Jorge Rojas (1911-1995), escritor y abogado colombiano, fundador del grupo Piedra y Cielo. Lo conocí enruanado, desafiando el frio del alto de Quiba; y una lámpara en la noche desde la ventana brillaba para acelerar su pluma y granar en versos.

*Quiba en el lenguaje chibcha significa Mirador: Quiba, Quiba Alta, Mochuelo y Mochuelo Bajo son territorio de la Localidad de Ciudad Bolívar al sur de la ciudad de Bogotá, donde, de Francisco aprendí el arte de ensartar palabras mientras se despide la vida y se hospeda la muerte.

NIÑA

Niña en el tacto de la luz te siento
diluida en palabras, gesto, risa,
levemente agitada por la brisa
que dan las alas de mi pensamiento.

Niña que pasas con el movimiento
sin curso de la flor, lleva tu prisa
un amoroso tiempo de sonrisa
en cada eternidad de tu momento.

Niña que traspasándome la frente,
como flechas de sol un claro río,
haces pensar en ti tan dulcemente.

Está tu voz en el espacio mío,
salvándome el instante, como un puente
hecho sobre una gota de rocío.

(Jorge Rojas)

miércoles, 29 de junio de 2011

USTED


Jairo Aníbal Niño, oriundo de(Moniquirá (Boyacá), Septiembre 1941 - Agosto 2010. escritor, poeta y dramaturgo colombiano, su pluma se dirigió con mayor fervor a la literatura infantil y juvenil. Un encuentro con Jairo Anibal, era un encuentro con la sensibilidad que dejaba en ocasiones el asomo de una lágrima.

Usted

que es una persona adulta
- y por lo tanto-
sensata, madura, razonable,
con una gran experiencia
y que sabe muchas cosas,
¿qué quiere ser cuando sea niño?


Jairo Anibal Niño